martes, 18 de octubre de 2011

Personajes destacables de la obra.

De los personajes que caben resaltar en la novela es, quizá, El Cachorro, la representación del anti-sacerdote, religioso que no preconiza las bondades de la moral cristiana, defiende a un ateo y no lee la Biblia. El Cachorro es poco ortodoxo y menos doctrinario y, por tanto, muy caribe. Es uno de los representantes del desorden y aunque nació en el pueblo, también es un extranjero que llegó junto con la hojarasca. Para todos tiene características heroicas, incluso para el coronel, representante del orden, por ello es uno de los elementos que corrobora la desestabilización de la visión del mundo occidental y de la ideología conservadora-moralista que va de la mano con ella por parte de la visión caribeña. La figura del sacerdote en “no religioso" parece surgir de una tendencia social y religiosa escenificada a partir del Segundo Concilio Vaticano en una nueva generación de sacerdotes que, en palabras de Jaime Eduardo Jaramillo, "expresan una visión notablemente más secularizada que muchos de sus antecesores expresada en una enseñanza religiosa más moderna, tolerante y pragmática" El cachorro, a su vez, determina otra figura en el panteón caribe: el almanaque Bristol, reemplazando a uno de los símbolos más sagrados del mundo occidental: La Biblia.  El mismo Coronel lo deja ver: "De todos modos, lo que suceda tenía que suceder, como si lo hubiera anunciado el almanaque." Claro está que el ataque de García Márquez a la religión, en este sentido, también se encuentra ligado al papel de la iglesia católica como aparato ideológico y represivo del Estado durante la hegemonía conservadora de mitad de siglo. La otro personaje heroico caribeño reflejada en la novela, es la del trickster, tal vez la de mayor recurrencia en las manifestaciones folclóricas de todo el gran Caribe (recordemos a Ananse, por ejemplo). Martín, el esposo de Isabel, es la clara representación del ser astuto que logra engañar a todos valiéndose de los más ingeniosos ardides, consiguiendo la admiración de todos por ello. Así, Martín desposa a Isabel con el objetivo de ganarse la confianza del Coronel y llevar a cabo una empresa con el respaldo de los bienes de éste. A pesar de que ha desaparecido desde hace nueve años, el Coronel piensa: "han transcurrido nueve años pero no por ello tengo derecho a pensar que era un estafador. No tengo derecho a pensar que su matrimonio fue apenas una coartada para persuadirme de su buena fé." . Sin embargo, en el fondo, el Coronel sabe que ha sido engañado por un especialista en timos y por eso señala más adelante: "si ambos nos equivocamos al confiar en Martín, corre como error compartido". Además, el coronel deja entrever cierta admiración por el astuto joven: "llegó a mi casa con un saco de cuatro botones, segregando juventud y dinamismo por todos los poros, envuelto en una luminosa atmósfera de simpatía" . Isabel advierte esa situación: "Martín parecía vinculado a mi padre por una entrañable y sólida amistad y éste hablaba de aquél como si fuera él y no yo quien iba a casarse con Martín". El juego de las reglas se puede ver en la conversación del alcalde con el Coronel acerca del entierro del doctor. El alcalde se erige como el deshonesto, el hombre que se enfrenta al mundo adverso y sobrevive en una situación precaria jugándose la regla: "Y entonces comprendo que es deliberadamente ilógico, que está inventando trabas para impedir el entierro." Es aquí donde la desestabilización de esa visión del mundo occidental, lógica y racional, llega a su punto máximo. Es la visión caribe, anti-lógica y entrópica la que organiza claramente el desarrollo del relato y las relaciones de los personajes, pues el Coronel comienza a tener una visión menos ortodoxa: "Coronel, esto podríamos arreglarlo de otro modo.  Y yo, sin darle tiempo a terminar, le digo: «Cuánto»